Otra vez, tomando riesgos mucho
más intensos.
Aquí me encuentro entrando al
cuarto con ella, con la rubia que me enloquece. Trae sus largas cabelleras
onduladas, doradas como el sol y una sonrisa que no se desdibuja ni un instante
de su rostro. Con su pantalón vinotino, con su remera negra y un distractor en
la mano: su teléfono. Cierro la puerta y ella está nerviosa, pero admito que yo
también. A las afueras de la habitación se escuchan voces y pasos pero son
ignorados por nosotros cuando me voy hacia ella para besar sus labios.
La tomo por el cuello y sigo
besándole, percatándome de que me abraza acariciando mi espalda. Oh Dios mío,
sus finos labios rosados, que es una odisea besarlos porque desde siempre busco
el labio superior pero con ella es todo lo contrario; un beso que se dosifica
de excitación en mi cuerpo aún sin acostumbrarme a besar solo su labio
inferior, y es que aunque busque el superior, ella lo evade cambiando la
dirección de mi beso.
Ya está, mi cuerpo comienza a
temblar. Es una sensación que me llega cuando comienzo a excitarme con alguien
que amo y me vuelve paranoico de placer, y queriendo parecer tranquilo, la alzo
y la sujeto encima de mí. Ella me rodea con sus piernas en mi cintura y yo,
sujetándole fuertemente, no dejo de juguetear con su lengua. Me arrimo a la
cama y me siento, ella sigue montada encima de mí y yo comienzo a besarle en su
pecho lo que su remera deja ver, y ella apenada sintiendo cosquillas. Se ríe.
Dice que no cree lo que está pasando y consiente me hace saber que le gusta. Me
le quedo viendo a sus ojos y me quito mis anteojos. Ella se deja puestos los
que siempre usa, siempre ha pensado que se ve fea con ellos pero yo disfruto su
espléndida belleza. Estoy muy excitado y no dejo de temblar.
Me siento apenado, se ha dado
cuenta de mi tembladera y me pregunta atónita que si lo estoy haciendo, a lo
cual afirmo y explico el por qué. Levanto su franela, y me dice que no, yo le
ordeno que se deje y obedece. Me encanta como es que, con una mirada y unas
palabras mías, se ve que disfruta el momento. Al fin, le quito la remera y sigo
repartiendo besos en su pecho, ya siento sus senos y estoy loco por succionar
sus pezones y juguetear con ellos. Mis manos intranquilas se pasean por su
espalda dejando entre el camino caricias que llegan hasta sus nalgas, cuales
aprieto con fuerza. Y suben y llegan al broche de su sujetador. No lo necesito,
por lo que me deshago de él aunque ella no esté tan segura, su pena sea grande
y se le vea tan roja como un tomate, termina accediendo.
Mis manos se vuelven hasta su
pecho, beso su cuello y se despabila, comienza a decir que no lo haga porque se
excita y es su punto débil. Gran error al decírmelo, y lo sigo haciendo y la
sujeto por el cabello replicándole que se quede quieta. Y obedece. Haciendo una
seguidilla de besos, llego a sus pezones, suelto su cabello y los agarro, son
rosados y me encantan, a pesar que al principio apagué la luz del cuarto, un
resplandor de la ventana alumbra tenuemente la habitación. Estoy chupando sus
pezones, uno a uno. Ella suelta un débil gemido y me agarra de las mejillas
para llevarme a sus labios y comenzar a besarme, otra vez.
Me levanto y la coloco al
frente de mí, le doy la vuelta y le doy un fuerte azote en sus nalgas con la
palma de mi mano. Vuelvo a colocarla frente de mí, agarro una almohada que se
encuentra sobre la cama y la coloco en el piso, le ordeno que se arrodille
apoyándose sobre la misma para que sus rodillas no sufran tanto. Me encanta
esta vista, verla arrodillada cerca de mi miembro y viéndome a los ojos. Me
desbotono el pantalón y bajo el cierre, me saco mi miembro erecto y le pido que
abra la boca y cierre los ojos. Entonces, con sumo cuidado voy metiéndole mi
pene en su boca y enseguida ella con su lengua comienza a jugar. Le mando a que
baje las manos y las apoye sobre sus piernas, le agarro por ambos lados de su
cabeza a la altura de sus orejas y le follo su boca cada vez más rápido. Me
siento en la cama, en una orden usa sus manos para hacerme el oral a su gusto.
Entre un gemido le digo que lo hace muy bien. Una vez más ordeno a que me vea a
los ojos mientras lo hace y me pongo tenso y con muchas más ganas de follarla.
Me levanto de la cama y así,
con ella también. Le digo que quiero follarla pero me dice que no podemos, que
es muy arriesgado, pero no me importa. Sin embargo, no se deja y le digo que se
dé la vuelta. La coloco contra la pared y besando su cuello desbotono su pantalón
vinotino, lo bajo hasta un poco más arriba de sus rodillas, y es que prácticamente
solo veo su grande culo blanco que ahora aprieto con deseo arrimando mi miembro
erecto. “Te haré un anal” le digo y se sorprende diciendo que no lo haga. Pero una
vez más, no me importa, estamos tomando riesgos, es el momento. Mojo la punta
de mi pene con saliva y lo paso por la entrada de su vagina húmeda, lo mojo
tanto que es suficiente para penetrar su culo. Así que lo hago, comienzo a
penetrarle y se queda quieta, está tan apretada que me da la impresión que mi
pene no entrará y le dolerá mucho. Pero lo vuelvo a lubricar con su líquido
natural. Penetro nuevamente y comienza a entrar, se siente delicioso... Ahora suelta
un gemido y le pregunto si le duele, a lo que ella afirma pero rogando que
prosiga, gime diciendo que le gusta. Asimismo, cada vez las embestidas son más
rápidas y a un ritmo y voy sumergiéndome en el placer de sus orgasmos.
Al rato le ordeno que se coloque
en la cama, en cuatro patas. Yo me quito el pantalón pero me quedo en boxers. Y
sigo follándole analmente pero veo que así le duele más. Por lo que, recuerdo
que hay una forma que no le dolerá tanto y le gustará mucho más. Se tumba en la
cama completamente boca abajo. Beso sus nalgas y su espalda, me subo encima de
ella y mojo mi pene nuevamente con su líquido, con su humedad cual producto es
de la excitación que está sintiendo. Y es que no me contengo, me gusta verla
así: su cabello está todo alborotado y espelucado, agarro sus dos nalgas y las
aprieto y abro, quiero morderlas pero me contengo de hacerlo. Agarro mi pene y penetro
nuevamente en su culo y aquí, justo teniendo más control sobre ella, intento
penetrar más a fondo, le duele pero le gustaba. Gime mucho, eso hará que me
corra mucho más rápido, tapo su boca y me la cojo más fuerte.
Y le digo que voy a correrme
dentro y me pregunta riendo que si estoy loco. Yo sonrío, la velocidad en la
que la estoy follándola va ascendiendo y voy correrme. Oh mierda, derramo semen
dentro de su culo. Lo saco, sigo corriéndome tanto dentro de mi ropa interior
que nunca me quité, como sobre sus nalgas y ella suspira, me dice que hay que
irnos pero no quiero. Quiero más. Sin embargo, el riesgo crece así que esparzo
con mi pene el semen derramado en su trasero hasta secarse un poco, me hago a
un lado dejándola libre, se levanta y asevera diciendo que no cree que haya
hecho esto. Y admite que quiere más, pero suena la puerta y quieren abrirla
¿y ahora qué sucede? Ella se viste
rápidamente y yo tan veloz como puedo. ¿Nos descubrirán? Hemos tomado tanto
riesgo por el placer de dos locos enamorados.
Entonces, abro la puerta y
vemos la libertad y tranquilidad de las mentes no dispuestas a arriesgarse.
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