Deseos perdidos: Capítulo 1 ~ Pensamiento y Poesía

Bienvenido; aquí encontrarás parte de lo que escribo. Escritos líricos y poéticos con rimas y sin ella, escritos en prosas y experiencias de mi vida. Cada entrada que leerás tendrá un sentimiento distinto, poemas con algún significado real y que tu lo interpretarás. Intenta descubrir que puede haber en mi mente y vas a sorprenderte.

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miércoles, 27 de septiembre de 2017

1

No puedo creer lo que me está sucediendo, –me levanto de la cama algo frustrado y lanzo el lápiz junto con la hoja al suelo–. Otra vez he reprobado algebra, no sé si seguiré aguantando la presión. Mi hermana, cada noche en la que estoy tan ocupado me grita a que apague la luz de la habitación, ¿y voy a reprobar por tercera vez? No puedo creer que esto suceda, ¿acaso el universo me está poniendo aprueba? –Desordeno toda la cama y tiro de las sabanas por toda la habitación con el ceño fruncido–. Me gustan las matemáticas pero ¿por qué diablos no puedo aprobar álgebra si yo siento que doy todo de mí?

La última vez que entablé una conversación con el profesor de álgebra dije que dejaría todo si fracasaba de nuevo y ahora sintiendo que he fracasado no quiero dejar nada de esto, es mi sueño y temo dejarlo –arrugo los labios mientras recuerdo eso–. Es lo que me gusta, siento que doy asco, sin embargo, en el fondo hay algo que me dice que si alguien más pudo yo también podría –veo la habitación donde el desorden sin cesar abunda–, mi hermana me matará pronto lo vea.

¿Y aún pienso en eso que no es importante?, no me interesa lo que vaya a decirme ¡demonios, he reprobado álgebra nuevamente! –llevo mis manos a la cabeza con ganas de arrancar mis cabellos de manera compulsiva y grito por toda la habitación–, la cama de mi hermana viste sábanas blancas y en las almohadas tienen un color rojo intenso. Frente a la cama de mi hermana en la parte de arriba, casi llegando al techo celo raso, hay un cuadro pegado en la pared, el cual quiero tirarlo. No, mejor dicho quiero acabar con todo lo que aquí se encuentra, así dar de una buena vez por culminada mi rabia y frustración.

–Salgo de la habitación–, no hay nadie en casa. Que suerte tengo –enciendo el reproductor de CD y coloco un disco–, Beneath The Remains, un thrash metal grabado a finales de los 80s. Sin duda, la mejor música que puedan escuchar mis oídos –subo el máximo del volumen al reproductor–, quizás haciendo esto calme mi rabia y pueda  convertirla en adrenalina pura. Mientras voy haciendo headbanging por toda la casa me dirijo hacia la cocina para buscar algo de comer. En ésta parte de la casa hay una gran nevera negra con plateado en el agarre de las puertas, frente se encuentra la cocina eléctrica que se moderniza con el gusto de mi padre –abro la nevera y con mis dedos hago sonidos de percusión en ella–, al observar la nevera detalladamente he tenido suerte de conseguir las únicas dos posturas de gallina así que las freiré.

Aún recuerdo esta mañana cuando muy temprano fui a la Universidad a buscar la calificación de álgebra y me encuentro con la noticia de que tengo que realizar todo el semestre otra vez porque he reprobado la asignatura –agarro el sartén echando los huevos allí con aceite caliente y comienzo a revolver, tomo un poco de sal y lo disuelvo en el sartén para que los huevos agarren un poco de gusto–. Me encanta hacer headbanging mientras escucho las percusiones rápidas de Sepultura, quiero distraerme y por consiguiente se hace tedioso, aunque suene mi música preferida.  

Al momento que estoy peleando con mis pensamientos suena mi teléfono celular. Sobre la mesa de comer, la cual es de madera y está adornada por un arreglo de flores y frutas, había dejado el control del reproductor y al lado está mi teléfono –bajo el volumen, agarro el teléfono y contesto yéndome hacia la sala de estar–.

Bueno, por aquí Lawrence ¿Y por allá quién? –contesto el teléfono. Sonrío con perspicacia sabiendo de quién es la llamada.
No seas tonto Lawrence, es Angelina, ¿cómo te va, fuiste a buscar tus calificaciones del semestre? –murmura en preguntas.

Oh. ¿Por qué demonios me pregunta sobre las calificaciones? no es justa su pregunta puesto que la frustración que hace un momento sentía pude calmar con música –frunzo el ceño–.

­No estoy bien Ange, he vuelto a reprobar algebra y tengo que comenzar nuevamente el semestre –respondo inquietante a su pregunta.
¿Qué? no puede ser real lo que me estás diciendo ¿hasta cuándo vas a estar allí? ¿acaso no te cansas de reprobar? –replica de asombro con un tono no tan tenue.

No tiene por qué animarme tanto –mi subconsciente espeta con sarcasmo–.

No me canso, no me cansaré. Las matemáticas son mi vida, solo la suerte no ha ido a mi favor –murmuro disgustado.

Estoy sintiendo que huele a quemado… ¡Los huevos! Debo regresar a la cocina, demonios.

Debiste seguir los consejos de tu madre, ella quería que estudiases medicina, estuvieras conmigo estudiando. Ya voy por el cuarto semestre y tú no pasas del segundo.

Se quemó mi almuerzo y Angelina me marea con sus palabras.

Mi pasión es la ingeniería, los cálculos matemáticos, no estudiaría medicina nunca. Tú odias las matemáticas y yo simplemente las amo. Amas la medicina y respeto eso de ti, agradecería tu hicieras lo mismo –replico tratando de esquivar sus no tan buenos comentarios.

Pongo la alta voz e intento acomodar estos huevos quemados. Solo sé que me los comeré así, además no hay más nada que comer.

Al menos progreso, Lawrence. Aunque no tienes todo perdido, en tres semanas comienza verano en la universidad. –murmura a mis replicas.

¡Oh mierda! Lo había olvidado por completo, puedo hacer verano y pasar la asignatura para comenzar el próximo semestre en el período II de éste año.

No me recordaba de ello, Ange. Estoy haciendo mi almuerzo y he dejado que se quemara. Tengo que colgar.
Disculpa si te desanimo anteriormente ahora aprovecha esta oportunidad, quiero lo mejor para ti y lo sabes –hace una pausa-, ¿podemos vernos hoy a las tres de la tarde en el centro comercial Metrópolis? Necesito decirte algo muy importante. –espeta con voz entre cortada.

Oh, que querrá decirme. Quisiera que quitara mi mal humor pero su voz contradice mi satisfacción.

Está bien, allí estaré. Hasta luego, cuídate –respondo y cuelgo, seguidamente pongo el teléfono sobre la mesa.

Mientras me atormentaba en mis pensamientos todo este rato no me había percatado del verano –sirvo mis huevos quemados y comienzo a comer. Cojo el control del reproductor y subo el volumen al máximo nuevamente–. Me pregunto qué querrá decirme Ange, quise colgar para evadir sus comentarios y no encendí mi curiosidad de preguntarle, aunque no iba a decirme. Ella suele sorprenderme, siempre me toma desapercibido. Angelina Rumsfeld es mi mejor amiga desde que íbamos a la prescolar, hasta el día de hoy aún seguimos nuestra grandiosa amistad. Me entiende más que a nadie, ha estado siempre conmigo en momentos felices, en momentos difíciles de abundante tristeza. Admiro mucho todo lo que hace y su grata humildad. Aunque a veces suele ser arrogante y muy orgullosa así la quiero –me termino mi almuerzo, lavo el plato y lo pongo en su lugar–. Debo de tratar de no dejar desorden, a mi padre no le gusta que haya el más mínimo desorden. Además, mi hermana es muy estricta también. A veces pienso en si la vida me podría dar oportunidades para irme de mi casa, siempre he dicho y creído en que lo primero que debe hacer un joven es salir del yugo de sus padres y de tal manera independizarse.

Entro observando el desorden que  había dejado, tengo que recogerlo. Dejo la puerta abierta para seguir escuchando el reproductor con el volumen al máximo y comienzo a acomodar el desastre. “El alagan trabaja doble” sonrío al recordar ésta frase. Si no recojo todo éste desastre me las veré grotescas con Rose.

Paso aproximadamente una hora y media recogiendo el cuarto. He sudado y siento cansancio. Decido ir a tomar una ducha para relajarme. El baño está perplejo de cerámicas blancas: en el suelo, en las paredes. Por otro lado, el lavamanos y el retrete son blancos también, sin embargo, tienen un tono azulado muy lejano. El baño es amplio, hay una tina en la que nunca me gusta meterme, he pensado que me sentiría incómodo. Entro a la ducha, el agua está fría. Desearía estar con alguien en ésta ducha ahora mismo. Extrañamente comienzo a pensar especialmente en Denise Monroe, desde que la conocí en la secundaria me ha llevado loco. Fuimos novios un tiempo pero no funcionó, aunque yo quedé con ese mechón que con una chispa podría encenderse en cualquier momento. Ella estudia la carrera universitaria de contador público en la ciudad de Caracas. Es alta, de piel morena, tiene unas fascinantes piernas. Además, por lo que recuerdo cada mañana sale a correr, el ejercicio ha hecho que me enamore de sus sexys piernas. Sus ojos claros me vuelven loco, no es usual ver a una persona de piel oscura con ojos verdes.

La última vez que la vi fue hace aproximadamente tres meses, en el Centro Comercial Sambil (C.C. Sambil), fue hermoso verle. Me he perdido en mis pensamientos y no había notado que no hay jabón para lavarme, joder. No hay nadie en casa así que salgo, luego secaré el piso. Los jabones están en el cuarto de papá y para ir desde el baño hasta allá tengo que pasar por la sala de estar. Mientras me dirijo al cuarto de papá me golpeo un dedo meñique del pie izquierdo con una silla de la mesa del comedor. ¡Joder! Eso duele. Entro al cuarto todo mojado, desnudo y busco el jabón. Ya me siento incomodo, mejor me apuro para ir a terminar de ducharme. Me dirijo al baño nuevamente.

Siento unas llaves sonar y la puerta de la casa abrirse. Rose está entrando con unas amigas a la casa ¡mierda!

¡Maldición, estoy desnudo! Me escondo tras una pared mientras veo que entran. Rose tiene 18 años, tan solo dos años menos que yo, no puedo evitar sentirme incómodo. Conozco a una de las chicas que están entrando, el solo pensar pasar desnudo por allí me estremece. Joder, ¿por qué papá deja su toalla en el baño? ¿Por qué mi cuarto queda tan cerca del baño y por qué papá coloca los putos jabones en su cuarto? ¿¡Por qué!?

Paso corriendo para la cocina donde veo con mejor claridad. Se sentaron en los muebles de la sala de estar. ¿Están hablando en serio? Estos se encuentran frente al baño, ¿cómo le hago ahora? Creo que me tocará pasar. Voy al baño y solo se escucha a Rose echar un grito.

¡Lawrence!, ¿qué te pasa? –grita reclamando por vergüenza.
Joder, ¡déjame! ¡no estoy de ánimos! –respondo yendo al baño.

Tratando de dar por hecho que nada me importaba no puedo evitar sentirme apenado. Pude observar como sus amigas se burlaban al verme desnudo. Y más allá de los ojos de Katherine (la chica que conozco), podía ver un gran deseo. Quizás estoy alucinando porque hace rato quería a alguien en la ducha conmigo.

Katherine es una chica extraña, eso me pareció cuando la conocí. Es baja, de grandes senos, de piel blanca y ojos marrones café. Su cabello es abundante, rizado y de color negro, he llegado a pensar que es pintado, aunque no estoy seguro de ello -termino de ducharme y voy a la habitación-. Mi hermana apagó el reproductor, odio cuando hace ese tipo de acciones injustas. Rose tiene un temperamento indiscutiblemente nefasto, no me gustan las peleas con ella, pues, de alguna manera siempre quiere salir ganando y la verdad, mucha de las veces la razón nunca la tiene, por tal hecho yo evito su conducta arrogante ignorándola.

¡Vaya! El tiempo se ha ido, espero todo salga bien hoy. Aunque lo que estoy viendo me desconcierta un poco.

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