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No puedo creer lo que me está
sucediendo, –me levanto de la cama algo frustrado y lanzo el lápiz junto con la
hoja al suelo–. Otra vez he reprobado algebra, no sé si seguiré aguantando la
presión. Mi hermana, cada noche en la que estoy tan ocupado me grita a que
apague la luz de la habitación, ¿y voy a reprobar por tercera vez? No puedo creer
que esto suceda, ¿acaso el universo me está poniendo aprueba? –Desordeno toda
la cama y tiro de las sabanas por toda la habitación con el ceño fruncido–. Me
gustan las matemáticas pero ¿por qué diablos no puedo aprobar álgebra si yo
siento que doy todo de mí?
La última vez que entablé una
conversación con el profesor de álgebra dije que dejaría todo si fracasaba de
nuevo y ahora sintiendo que he fracasado no quiero dejar nada de esto, es mi
sueño y temo dejarlo –arrugo los labios mientras recuerdo eso–. Es lo que me
gusta, siento que doy asco, sin embargo, en el fondo hay algo que me dice que
si alguien más pudo yo también podría –veo la habitación donde el desorden sin
cesar abunda–, mi hermana me matará pronto lo vea.
¿Y aún pienso en eso que no es
importante?, no me interesa lo que vaya a decirme ¡demonios, he reprobado álgebra nuevamente! –llevo mis manos a la cabeza con ganas de arrancar mis
cabellos de manera compulsiva y grito por toda la habitación–, la cama de mi
hermana viste sábanas blancas y en las almohadas tienen un color rojo intenso.
Frente a la cama de mi hermana en la parte de arriba, casi llegando al techo
celo raso, hay un cuadro pegado en la pared, el cual quiero tirarlo. No, mejor
dicho quiero acabar con todo lo que aquí se encuentra, así dar de una buena vez
por culminada mi rabia y frustración.
–Salgo de la habitación–, no hay nadie
en casa. Que suerte tengo –enciendo el reproductor de CD y coloco un disco–,
Beneath The Remains, un thrash metal grabado a finales de los 80s. Sin duda, la
mejor música que puedan escuchar mis oídos –subo el máximo del volumen al
reproductor–, quizás haciendo esto calme mi rabia y pueda convertirla en adrenalina pura. Mientras voy
haciendo headbanging por toda la casa me dirijo hacia la cocina para buscar
algo de comer. En ésta parte de la casa hay una gran nevera negra con plateado
en el agarre de las puertas, frente se encuentra la cocina eléctrica que se moderniza
con el gusto de mi padre –abro la nevera y con mis dedos hago sonidos de
percusión en ella–, al observar la nevera detalladamente he tenido suerte de
conseguir las únicas dos posturas de gallina así que las freiré.
Aún recuerdo esta mañana cuando muy
temprano fui a la Universidad a buscar la calificación de álgebra y me
encuentro con la noticia de que tengo que realizar todo el semestre otra vez
porque he reprobado la asignatura –agarro el sartén echando los huevos allí con
aceite caliente y comienzo a revolver, tomo un poco de sal y lo disuelvo en el
sartén para que los huevos agarren un poco de gusto–. Me encanta hacer
headbanging mientras escucho las percusiones rápidas de Sepultura, quiero
distraerme y por consiguiente se hace tedioso, aunque suene mi música
preferida.
Al momento que estoy peleando con mis
pensamientos suena mi teléfono celular. Sobre la mesa de comer, la cual es de
madera y está adornada por un arreglo de flores y frutas, había dejado el
control del reproductor y al lado está mi teléfono –bajo el volumen, agarro el
teléfono y contesto yéndome hacia la sala de estar–.
— Bueno, por aquí Lawrence ¿Y por allá
quién? –contesto el teléfono. Sonrío con perspicacia sabiendo de quién es la llamada.
— No seas tonto Lawrence, es Angelina, ¿cómo
te va, fuiste a buscar tus calificaciones del semestre? –murmura en preguntas.
Oh. ¿Por qué demonios me pregunta sobre
las calificaciones? no es justa su pregunta puesto que la frustración que hace
un momento sentía pude calmar con música –frunzo el ceño–.
— No estoy bien Ange, he vuelto a
reprobar algebra y tengo que comenzar nuevamente el semestre –respondo
inquietante a su pregunta.
— ¿Qué? no puede ser real lo que me estás
diciendo ¿hasta cuándo vas a estar allí? ¿acaso no te cansas de reprobar?
–replica de asombro con un tono no tan tenue.
No tiene por qué animarme tanto –mi
subconsciente espeta con sarcasmo–.
— No me canso, no me cansaré. Las
matemáticas son mi vida, solo la suerte no ha ido a mi favor –murmuro
disgustado.
Estoy sintiendo que huele a quemado…
¡Los huevos! Debo regresar a la cocina, demonios.
— Debiste seguir los consejos de tu
madre, ella quería que estudiases medicina, estuvieras conmigo estudiando. Ya
voy por el cuarto semestre y tú no pasas del segundo.
Se quemó
mi almuerzo y Angelina me marea con sus palabras.
— Mi pasión es la ingeniería, los
cálculos matemáticos, no estudiaría medicina nunca. Tú odias las matemáticas y
yo simplemente las amo. Amas la medicina y respeto eso de ti, agradecería tu
hicieras lo mismo –replico tratando de esquivar sus no tan buenos comentarios.
Pongo la alta voz e intento acomodar estos
huevos quemados. Solo sé que me los comeré así, además no hay más nada que
comer.
— Al menos progreso, Lawrence. Aunque no
tienes todo perdido, en tres semanas comienza verano en la universidad. –murmura
a mis replicas.
¡Oh mierda! Lo había olvidado por
completo, puedo hacer verano y pasar la asignatura para comenzar el próximo
semestre en el período II de éste año.
— No me recordaba de ello, Ange. Estoy
haciendo mi almuerzo y he dejado que se quemara. Tengo que colgar.
— Disculpa si te desanimo anteriormente
ahora aprovecha esta oportunidad, quiero lo mejor para ti y lo sabes –hace una
pausa-, ¿podemos vernos hoy a las tres de la tarde en el centro comercial Metrópolis? Necesito decirte algo muy
importante. –espeta con voz entre cortada.
Oh, que querrá decirme. Quisiera que
quitara mi mal humor pero su voz contradice mi satisfacción.
— Está bien, allí estaré. Hasta luego,
cuídate –respondo y cuelgo, seguidamente pongo el teléfono sobre la mesa.
Mientras me atormentaba en mis
pensamientos todo este rato no me había percatado del verano –sirvo mis huevos
quemados y comienzo a comer. Cojo el control del reproductor y subo el volumen
al máximo nuevamente–. Me pregunto qué querrá decirme Ange, quise colgar para
evadir sus comentarios y no encendí mi curiosidad de preguntarle, aunque no iba
a decirme. Ella suele sorprenderme, siempre me toma desapercibido. Angelina Rumsfeld es mi mejor amiga desde que íbamos a
la prescolar, hasta el día de hoy aún seguimos nuestra grandiosa amistad. Me
entiende más que a nadie, ha estado siempre conmigo en momentos felices, en
momentos difíciles de abundante tristeza. Admiro mucho todo lo que hace y su
grata humildad. Aunque a veces suele ser arrogante y muy orgullosa así la
quiero –me termino mi almuerzo, lavo el plato y lo pongo en su lugar–. Debo de
tratar de no dejar desorden, a mi padre no le gusta que haya el más mínimo
desorden. Además, mi hermana es muy estricta también. A veces pienso en si la
vida me podría dar oportunidades para irme de mi casa, siempre he dicho y
creído en que lo primero que debe hacer un joven es salir del yugo de sus
padres y de tal manera independizarse.
Entro observando el desorden que había dejado, tengo que recogerlo. Dejo la
puerta abierta para seguir escuchando el reproductor con el volumen al máximo y
comienzo a acomodar el desastre. “El alagan trabaja doble” sonrío al recordar
ésta frase. Si no recojo todo éste desastre me las veré grotescas con Rose.
Paso aproximadamente una hora y media
recogiendo el cuarto. He sudado y siento cansancio. Decido ir a tomar una ducha
para relajarme. El baño está perplejo de cerámicas blancas: en el suelo, en las
paredes. Por otro lado, el lavamanos y el retrete son blancos también, sin
embargo, tienen un tono azulado muy lejano. El baño es amplio, hay una tina en
la que nunca me gusta meterme, he pensado que me sentiría incómodo. Entro a la
ducha, el agua está fría. Desearía estar con alguien en ésta ducha ahora mismo.
Extrañamente comienzo a pensar especialmente en Denise Monroe, desde que la conocí en la
secundaria me ha llevado loco. Fuimos novios un tiempo pero no funcionó, aunque
yo quedé con ese mechón que con una chispa podría encenderse en cualquier
momento. Ella estudia la carrera universitaria de contador público en la ciudad
de Caracas. Es alta, de piel morena, tiene unas fascinantes piernas. Además, por
lo que recuerdo cada mañana sale a correr, el ejercicio ha hecho que me enamore
de sus sexys piernas. Sus ojos claros me vuelven loco, no es usual ver a una
persona de piel oscura con ojos verdes.
La última vez que la vi fue hace
aproximadamente tres meses, en el Centro Comercial Sambil (C.C. Sambil), fue
hermoso verle. Me he perdido en mis pensamientos y no había notado que no hay
jabón para lavarme, joder. No hay nadie en casa así que salgo, luego secaré el
piso. Los jabones están en el cuarto de papá y para ir desde el baño hasta allá
tengo que pasar por la sala de estar. Mientras me dirijo al cuarto de papá me
golpeo un dedo meñique del pie izquierdo con una silla de la mesa del comedor.
¡Joder! Eso duele. Entro al cuarto todo mojado, desnudo y busco el jabón. Ya me
siento incomodo, mejor me apuro para ir a terminar de ducharme. Me dirijo al
baño nuevamente.
Siento unas llaves sonar y la puerta de
la casa abrirse. Rose está entrando con unas amigas a la casa ¡mierda!
¡Maldición, estoy desnudo! Me escondo
tras una pared mientras veo que entran. Rose tiene 18 años, tan solo dos años
menos que yo, no puedo evitar sentirme incómodo. Conozco a una de las chicas que
están entrando, el solo pensar pasar desnudo por allí me estremece. Joder, ¿por
qué papá deja su toalla en el baño? ¿Por qué mi cuarto queda tan cerca del baño
y por qué papá coloca los putos jabones en su cuarto? ¿¡Por qué!?
Paso corriendo para la cocina donde veo
con mejor claridad. Se sentaron en los muebles de la sala de estar. ¿Están
hablando en serio? Estos se encuentran frente al baño, ¿cómo le hago ahora?
Creo que me tocará pasar. Voy al baño y solo se escucha a Rose echar un grito.
— ¡Lawrence!, ¿qué te pasa? –grita
reclamando por vergüenza.
— Joder, ¡déjame! ¡no estoy de ánimos! –respondo
yendo al baño.
Tratando de dar por hecho que nada me
importaba no puedo evitar sentirme apenado. Pude observar como sus amigas se
burlaban al verme desnudo. Y más allá de los ojos de Katherine (la chica que
conozco), podía ver un gran deseo. Quizás estoy alucinando porque hace rato
quería a alguien en la ducha conmigo.
Katherine es una chica extraña, eso me
pareció cuando la conocí. Es baja, de grandes senos, de piel blanca y ojos
marrones café. Su cabello es abundante, rizado y de color negro, he llegado a
pensar que es pintado, aunque no estoy seguro de ello -termino de ducharme y voy
a la habitación-. Mi hermana apagó el reproductor, odio cuando hace ese tipo de
acciones injustas. Rose tiene un temperamento indiscutiblemente nefasto, no me
gustan las peleas con ella, pues, de alguna manera siempre quiere salir ganando
y la verdad, mucha de las veces la razón nunca la tiene, por tal hecho yo evito
su conducta arrogante ignorándola.
…
¡Vaya! El tiempo se ha ido, espero todo
salga bien hoy. Aunque lo que estoy viendo me desconcierta un poco.
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