2
Son las dos más veintitrés minutos y
quedé de verme en el centro comercial
metrópolis con Angelina a las tres en punto. Me apuro vistiéndome; me coloco una
franela negra, un pantalón negro bastante ajustado, unas botas blancas y por
último mi chaqueta de cuero. Me dirijo hacia el cuarto de papá para buscar sus
lentes Ray Ban Aviator, por suerte no se los llevó al trabajo.
Las tres menos
quince minutos. Me dirijo a la puerta de la salida de la casa, al pasar por la
sala veo como las amigas de Rose impactan su mirada conmigo. Me quito los
lentes, guiño el ojo a Katherine y me los vuelvo a poner, ella me sonríe con
picardía y me responde con una mirada de deseo. Me voy a la cochera, papá se
ha llevado el automóvil. Mi padre ha comprado hace dos meses un Toyota Corolla
2014, anteriormente usaba una motocicleta Indian Chief Classic negra, no dejaba
que nadie se acercara, él expresa que esa motocicleta “es mágica”. Ahora que
tiene el automóvil no la usa, –frunzo el ceño–. Debería
escribirle un mensaje de texto.
“Papá, he
agarrado la motocicleta para verme con Ange en el C.C. Metrópolis”.
No pasan dos
minutos y me ha respondido.
“Lawrence, ella
es mágica, ten cuidado. Que te vaya bien, te quiero”.
Reviso mi
chaqueta en el bolsillo de adentro y consigo una pañoleta y la coloco en mi
cabello largo, me monto y abro el portón del garaje con el control. Parezco
todo un motoquero. Salgo y frente de la casa espero se cierre el portón.
Enciendo mi iPod y en instantes comienzan a escuchar mis oídos Exarsis.
Ronroneo la moto fuerte y comienzo a andar por las calles de la ciudad. Voy por
la autopista del Este dejando atrás al municipio Naguanagua, hay poco tráfico
comparado en la noche, alrededor de las 6:00 pm así que podré llegar en 20
minutos próximos desde que salí de casa. El teléfono está sonando, supongo debe
ser Angelina que quiere preguntar si ya voy llegando.
Aparco
en el estacionamiento del Metrópolis Shopping Center, está repleto de vehículo.
Nunca he sabido que este centro comercial esté vacío, siempre está lleno sea la
hora que sea. Voy a la entrada del centro comercial y mientras entro llamo a
Ange -agarro mi teléfono, marco a su número y le llamo-.
— Ange, ¿dónde estás? –pregunto con
ansias de verle.
— Estoy en el cine, Lawrence –me responde
con tono que me apure.
— Está bien –cuelgo.
Estoy
cerca del cine así que mejor me apuro. Acelero el paso mientras voy al destino.
Llego al cine y veo a Ange sentada casi en la entrada esperándome mientras está
entretenida en su iPhone 4, muy usual que se entretenga subiendo fotos a las
redes sociales. Entro y me siento en la silla del frente sin ella se dé cuenta,
extiendo mi mano por la mesa para saludarle, rápidamente sube la mirada a mis
ojos y sonríe de la emoción.
— ¡Lawrence! –se levanta de la silla y se
tira hacia mí para abrazarme fuertemente.
— Me encanta cuando me abrazas, es tan
relajante y apreciable –susurro a su oído y sigo su abrazo.
— Es agradable verte, por cierto lindo
look –deja de abrazarme, me pasa la mano por el pelo y se sienta frente de mí, en
donde se encontraba.
Ange
viste una blusa sin manga con una tela muy clara tanto que se nota su top negro,
no es frecuente en ella este tipo de blusas, sin embargo se ve bastante bien.
Lleva un leggins azul donde se puede notar su glúteo tonificado, bastante sexy.
Trae un gorro junto a su cabello largo y rizado que alimenta su único estilo.
El color de su piel que resalta con el color del leggins hace verla más blanca
de lo habitual. Sus hermosos y humildes ojos se ven con mucha alegría. Me
encanta verle, aunque últimamente la facultad le toma tanto de su tiempo que
vernos se dificulta, ni siquiera ha viajado en los últimos 5 meses a su ciudad
natal, Caracas, para ver a su Familia. Ella está residenciada acá en la ciudad
de Valencia desde que ha comenzado la carrera de medicina, específicamente en
el municipio San Diego. Supongo que es por ello que hoy nos hemos reunido acá
en el Metrópolis Shopping Center.
— ¿Qué ha pasado? –pregunto intrigado.
¿Qué tendrá que decirme? Estoy muy
impaciente por saberlo. Sonríe y se pasa un fleco de su pollina por detrás de
la oreja.
— Tengo cambios de ánimos repentinos y
aún no me llega la menstruación, creo que estoy embarazada –replica sin verme a
la cara.
Es una
broma, ¿no?
— ¿Qué estás diciendo Ange? –murmuro
conmocionado, impactado.
— Tengo una semana de retraso en mi ciclo
menstrual –entrelaza los dedos de sus manos y los mira fijamente. No puede
evitar sonrojarse.
— ¿Y José lo sabe? ¿Se han estado
cuidando? –pregunto aún atónito.
José es su novio de hace más de 3 años.
Su relación es muy madura, saben dónde tienen los pies plantados. No sé qué ha
pasado ésta vez.
— No, él no lo sabe y si nos hemos
cuidado. Siempre pasa, solo que hace 3 semanas cuando estuvimos se rompió su
condón, tuvo que comprarme la pastilla de emergencia y la tomé –replica a mis
interrogantes.
Ange estudia medicina, debe saber que
la pastilla pudo haberle alterado su ciclo menstrual. Debería tranquilizarse.
— Yo he tomado en cuenta que ese
anticonceptivo de emergencia me pudo haber alterado el periodo –continua
diciéndome–, sin embargo he tenido sueños en los que estoy embarazada y temo
eso, no quiero arruinar mi carrera universitaria –expresa viendo ahora a mis
ojos con preocupación.
Quisiera saber cómo le hace para leer
mis pensamientos y responder antes de que pueda preguntar.
— No te preocupes, todo estará bien. Tus
pensamientos han estado jugando con tu mente. Si has tomado la pastilla dentro de
las 48 horas no debería pasar nada –replico tratando de consolarla.
Eres muy supersticiosa, Ange -frunzo el
ceño-.
— ¿Gustas tomar algo? –murmuro esbozando
una sonrisa.
— Agua por favor –replica devolviendo mi
sonrisa.
Me levanto y voy a comprar un agua
mineral de litro para ambos. Veo una gaseosa de naranja y se me antoja
comprarle. Mejor no, aguantaré las ganas de beber gaseosas, últimamente no me
han caído muy bien.
Me vuelvo a la mesa y veo que Ange me
está sonriendo mucho. ¿De qué me perdí mientras no estaba? Esa sonrisa la
conozco yo, sé que algo trae entre manos. Llego a la mesa y coloco el agua de
litro sobre ella.
— ¿De qué me he perdido señorita?
–murmuro en tono muy educado aún sin sentarme.
— Quiero observes en la mesa que se
encuentra a las dos y quince de ti –replica mientras sigue sonriéndome.
Inclino mi cabeza a mi lado derecho y rápidamente
observo la mesa que me está señalando –pongo los ojos de asombro-, oh Dios mío,
esto no me lo esperaba.
0 comentarios:
Publicar un comentario