Sin darme cuenta estaba en la alta gloria, donde el amor era sin dudar algo con lo que no podía dejar de vivir nunca y sigo sin poder. Conociendo personas que hacían de mi conocimiento para amar, algo más sublime y a veces enigmático, supe crecer y valorar. Tantas personas que pareciesen pocas y que nunca había visto en mi vida, relacionadas con otras que sí conocía, me hicieron ver que hay que darlo todo por el todo. Me siento triste.
Me siento como un niño que le
quitan su helado o que ensucian su camisa favorita, esa que le regaló su mamá
el día de su cumpleaños. Tan grande es la tristeza, como cuando despedí a mi
abuela aquel 21 de febrero, viéndola bajar metros en el subsuelo y en un ataúd
que provocaba en mí unas ganas de tirarme sobre él y jamás levantarme de allí,
fue el peor día de mi vida. Melancolía que llega porque sé que fue la primera
persona que más he amado en mi vida, y aunque diga "primera persona",
realmente hay varias personas que son la "primera persona" que más
amo; es como la unificación de personas que sin duda hicieron de mí, una mejor
persona y lo siguen haciendo aunque no las tenga cerca. Entre tantos camino
tomé, me topé con alguien que me enamoré como nadie puede enamorarse nunca; un
loco amor incondicional.
Duré mucho tiempo enamorado,
para no decir que aún lo sigo. Pero en sí, la esencia es que aprendí muchísimas
cosas y gracias a los dioses, más positivas que negativas. Ahora mismo es donde
vuelvo a recordar que estoy muy triste, porque pude pasar muchos domingos
agradables con ellos y sé que más nunca volverán. Entre ellos están: Señora, Señor y Ella. Quiero
centrarme en ellos tres porque son más que todo de donde vienen muchas cosas
positivas incluyendo todo lo que tuve que digerir como malo y absurdo, pero que
mucho después lo convertí en positivo.
La Señora se encuentra manejando
su automóvil, mientras el Señor que se dispone a ser el co-piloto observa el
camino. De pronto suena una música que siempre sacaba el tema de conversación:
las rosas. Una canción que, por qué no decirlo si es una canción cuyo nombre no
recuerdo pero quien cantaba era Vicente Fernández. Y la música es en vivo y
ellos ríen mientras observo a Ella,
que me dice que pase mi brazo por detrás de su hombro y que luego detenidamente
hago caricias en sus miembros; entonces todos cantan y yo solo río y escucho.
Entonces, el Señor me enseña que debo ser siempre romántico y que a las mujeres
se les regalan flores, rosas, etc., porque es un gesto que representa aprecio
hacia esa persona y más cuando la amas. Y la música acaba y con ella, el viaje
en la carretera, cayendo así la tarde en un sitio donde hay árboles y mucha
brisa.
El sol va moviéndose y va
cayendo la noche y todos devuelta, me despido del Señor y la Señora, él me dice
que debo prepararme para mi futuro y ¡eureka! estoy formándome justo en la rama
que el toda su vida trabajó y que en las obas que hicieron, me fue contando
para animarme a que debo seguir y no desistir. Ahora, el Señor no está, se ha
ido, se lo han llevado los dioses. Y deja a su amada inconsolable y tras de sí,
a Ella que no puede creerlo. Caminos
sin salida, es allí donde mi tristeza llega, pero me pone mal que los vivos
dejen la vida para encaminarse a ese sitio que nadie conoce. Solo me quedará guardar
lo bueno que me hizo ver respecto al amor y con ello, dedico un poema a quienes
mueren y marcaron mi vida.
Poema: Tú
que te fuiste.
Que la salida difícil veías
Sin camino ni verdades
Y más que vida en ti tenías,
Te fuiste de mis andares.
Que te fuiste y que no regresas
El sueño de alguien que se ha ido,
Del recuerdo de tus enseñanzas,
A través de un amor perdido.
Dejas sin haber querido
Vil hueco en todo mi ser,
Razón de darte por desistido
A una vida que faltaba hacer.
Tú que te fuiste y que amabas,
Desde el fondo de mi alma
Digo que te extrañaré
Y siempre te recordaré...
Como las cosas magníficas.
29-08-2016