CAPÍTULO III
Una
vez la tenía allí, parada frente a su escritorio, no podía pensar otra cosa que
desaparecer, que terroristas atacaran el edificio o que se abriese un agujero
negro que le llevara a otra dimensión, muerto. Pero ya no tenía más nada que
hacer, sino preguntar qué hacía allí y cómo llegó. Ella nunca había ido a
Caracas a verle a él, ni sabía dónde trabajaba.
—
Ana…bel,
–recuerda que ya no es de él– eh ¿qué necesitas?, ¿cómo has llegado aquí?
–pregunta Esteban con el ceño fruncido.
—
Sé que mi
presencia aquí no te agrada pero era urgente venir. Me he enterado de algo y
quiero que hablemos al respecto.
A
Esteban preocupado y a la vez nervioso, le llegaban a sus pensamientos el evento
de Anabel, donde sabía la verdad que destruía su vida. Esteban impaciente,
pidió de tomar a su secretaria, café negro para él y café helado para Ana, ese
que tanto le gusta. Acto seguido le invitó a sentarse. Una vez Anabel comienza
sus palabras, él se fue calmando.
—
¿Es
cierto que te irás del país solo porque te dejé por Jay? –Frunce el ceño.
—
¿Qué?, no
sé de qué demonios hablas... Pero sí, me iré unos días del país por cuestiones
de trabajo.
—
¿Me estás
mintiendo? Esteban, entiende que el hecho de haberte venido a Caracas para
hacer una vida hizo que nuestra relación se deteriorara. Tú cambiaste, no eras
el mismo. Debes dejarme ir, desprenderte de mí.
—
Sigo
recordando que no debiste besarme cuando íbamos, se suponía…, arreglar las
cosas –alza la voz.
—
¡¿Hasta
cuándo?! –Sube más su voz. Esteban, por favor, ya todo eso pasó. A mí me ha ido
muy bien –se calma; Jay es muy atento y está por graduarse también.
—
¿A los 27
años? Oh por Dios… –ríe sarcásticamente.
—
No te
sigas haciendo más daño. Me alejé de ti y te desprendí de todo sitio posible
pero parece que no funcionó para ti.
—
Anabel,
vete de aquí.
—
Esteban,
no te comportes así.
—
He dicho
que te vayas, ¿vale? –Mira fijamente a sus ojos.
—
Está
bien, me iré –Usa tono de resignación. Solo te digo una cosa más, mientras
recuerdes y pienses tanto en el pasado, te estarás echando la soga al cuello.
Yo me equivoqué en mentirte pero en tomar una buena decisión, fue donde más
acerté.
—
Hasta
luego, Anabel –Baja la mirada a su ordenador simulando que escribe.
—
Contigo no
se puede –Culmina Ana y se marcha.
Esteban
confundido y con sentimientos encontrados no sabía si estar triste por las
palabras ciertas de Ana o tranquilo porque ella no sabía esa verdad... Cerró su
ordenador y se recostó sobre la mesa.
A
los 24 años de edad se le fue diagnosticado cáncer en los pulmones. Sin
embargo, parecía que su sistema inmune retrasaba el desarrollo de su condición.
En estudios consecuentes se encontró una bacteria muy extraña que podría
explicar el retrasado desarrollo del tumor y células cancerígenas; así lo
diagnosticó Alfred Osman, médico infectólogo y doctor en oncología quien
recibió un reporte del caso de Esteban.
Una
vez el Dr. Osman había evaluado el reporte junto la directiva del Hospital
donde trabajaba, se pusieron en contacto con Esteban y se ofrecieron a tratar
su caso con el fin de investigar esa bacteria misteriosa que le denominaron
para ese entonces: Arcanum Bacteria. Esteban le platicó a su abuela llenándole
de alegría aquella vez con esa noticia pero quien nunca supo de esto fue Ana. Inocente
de este hecho, no tiene la más mínima idea de porqué él emigró a Caracas –al
menos no, la verdadera razón–, él nunca le dijo que se estaba muriendo
lentamente, no tuvo ese valor para soportar a su Ana preocupada y siendo el
causante de su desolación para cuando muriera. Así que, decidió terminar su relación
–que tambaleaba por la distancia– e irse de su ciudad natal a tratar su caso
médico. A pesar que se decía que moriría unos meses posteriores, gracias a la
bacteria ha podido mantenerse con vida y él jamás tuvo la idea de seguir hasta
ahora respirando, su más grande dolor está siendo vivir lamentándose de no
haberle dicho nada a Anabel, pero aunque a veces quisiera, jamás iba a decirle
la verdad porque ella lo había engañado con Jay, justo cuando iban a arreglar
las cosas.
7:18 pm.
Una
vez llegó a casa, por suerte de toda la vida, su abuela Beth había dejado
comida apartada para él. Guiñó el ojo a su abuela que le veía molesta por
haberse ido sin avisar e inmediatamente Esteban le lanzó un beso sonriendo para
que cambiara su humor, entonces ella sonrió. Cuando termina de cenar, recoge
todo lo que ha desorganizado y se va a su habitación. Se acostó sin meter los
pies encima de la cama, viendo el techo y pensando en ella –Ana–. De pronto se
levanta rápido y va hasta su ropero, abre la compuerta izquierda, toma su
carpeta de hojas dispersas y algunas grapadas. Buscando y buscando, encontró lo
que necesitaba leer para sentirse tranquilo, al menos esa noche, pensó.
CARTA #1 08-09-2014
No podría comenzar a escribir sin que
mi corazón comience a dictar cada palabra y mis dedos sean solo los sumisos al
mandato de redactar. Peculiarmente, no es lo que esperabas, más allá de un
poema, más allá de una historia, quiero hablarte con el corazón. El tiempo está
pasando y seguirá transcurriendo, y aún recuerdo el día en que te conocí. Eras
aquella chica tierna y tímida, tomando mi atención desde la primera vez que te
vi en esa mesa, aunque yo estuviese acompañado. Me fijé en tus ojos y sentí
reacciones químicas que no había sentido nunca, porque era distinto. Siempre
tan sonriente, con ganas de ser feliz y aunque se nieguen a que tal hecho se haga realidad, yo dejaré y
te haré feliz... conmigo. Cada noche me acuesto pensando en cómo sería mi
mañana si tu no estuvieses, me palpo y no puedo contener una imaginación
tranquila, mi mundo se tornaría gris y nada sería igual, ni mejor.
Agradezco tanto que estés en mi vida,
hemos pasado por muchas cosas y al mismo tiempo son pocas porque sé, vendrán
más. ¿Cómo podría definir lo que estoy sintiendo o lo que sentí cuando por
primera vez besé tus labios? La definición hoy la desconozco, porque aunque
siento que sea inexplicable, no lo es. Podría explicarte que sucede en mi
cuando escucho tu nombre, o cuando pienso tanto en ti, mi sonrisa se hace
inmensa y llena a mi corazón y alma de tan abundante alegría, felicidad.
Siempre tratas de entenderme, quieres ser mejor de alguna manera pero a veces
te limitas y allí es donde yo hago mi entrada, pues yo puedo sentir que tú
puedes dar más, muchísimo más de lo que llegaras a pensar. Amo tu amor, me
encanta que me ames y me lo digas, escucharte decir que me amas es como la
naturaleza del universo con melodías dulces que me relajan, que me
tranquilizan, que saben cómo sacarme suspiros y sonrisas y hacer arder mis
mejillas.
Y es un amor verdadero único y no
quiero equivocarme. No quiero nunca arriesgarme a perderte, a perder mi
felicidad. Sería como querer desprenderme una parte de mi cuerpo que me
faltaría por toda mi vida. Nadie te amaría como yo, recuerda eso siempre. Te
abrazaré, aunque esté en ausencia; te besaré, aunque mis labios no estén cerca
y te cuidaré y te amaré, aunque no esté mi presencia. Porque así como sientes
el viento pero no lo vez y sabes que está allí, podría decir que mi amor,
aunque no lo veas, puedes sentirlo y yo puedo sentir el tuyo. Eres mía y yo
únicamente, soy completamente de ti. Contigo todo y sin ti nada, nena.
Con abundante cariño, señorita Anabel
— Esteban.
Mala
idea, hoy no podré dormir…
0 comentarios:
Publicar un comentario