CAPÍTULO II
Extrañamente,
el cuadro de una foto se cae y rápidamente todos centran su mirada en él, pero
no era cualquier cuadro, era ese obsequio de Esteban aquel primer aniversario a
su exnovia, Ana. Fue evidente que él, sumergido en un sueño profundo observa el
marco de la foto. Se describe viendo ese cabello largo de 7 meses que tenía esa
tarde, detestaba cortarse el cabello, recuerda además que ese día decidió
peinarse y le gustó mucho como se veía y se echa una sonrisa débil. No deja de
observar la expresión de Ana, quien miraba hacia el lente de la cámara que tomó
esa fotografía. Se olvidó de lo que hacían Ana y ese chico –que por cierto, no
lograba detallar–. Esteban llevaba puesta una camiseta de color verde pasto y
ella, una blusa donde la parte frontal tenía un contraste blanco con un diseño
de flores negras pequeñas, como en mosaico.
Comenzaba
a sentir tristeza, al marco se le había roto el vidrio. De pronto, se despabila
cuando Ana sale corriendo hacia el marco de la foto y conmocionada, se echa a
llorar. Ese muchacho ve cómo llora y siente rabia. Esteban no deja de verla
cuando disimuladamente seca sus lágrimas, se sintió sorprendido. A su vez,
también observa aquél que estaba con ella y aprieta los dientes.
—
Levántate,
hijo…
Cuando
ella recoge el marco y quita el vidrio partido lo coloca en una gaveta, tapando
la fotografía con el peso de su ropa. El universo ahora se le distorsiona,
siente que se aleja de esa escena, siente su cuerpo tambalear…
—
Ya es
tarde, levántate –su abuela le toca en el hombro y lo mueve.
Y
se despierta.
—
Ay… tengo
mucho sueño –se acomoda, se acobija y se da la vuelta.
—
¡Esteban!
–grita.
—
¡Ah! –se
asusta. Ya voy abuela, está bien, ya –se sienta en la cama con los cerrados.
—
Despierta,
pues –se comienza a molestar. Debemos ir al médico, son las 4 de la tarde.
Levántate a comer.
—
¿Qué? ¿4
de la tarde? –abre los ojos sorprendido. No puede ser, abuela… Debía levantarme
a las 7 am.
—
Pero, si
te habías levantado a las 4 am ¿por qué no te quedaste despierto?
—
Eh… bueno
–recuerda que estaba trasnochado. No lo sé… Me dormí de repente.
—
Bueno,
hijo, levántate a comer algo, por favor. Iré a la sala a ver mi tv.
—
Está
bien, abuela.
Tan
pronto su abuela sale del cuarto se da cuenta del desastre que tiene en su cama,
no solo tenía su cuaderno sino ropa recién lavada. Cree que fue su abuela quien
la colocó allí para que él la organizara. Cuando se levanta extiende su cama,
la arregla y toma su cuaderno. Se fija de la carpeta marrón que se ha caído y
el desorden de hojas en el suelo. Se acerca hasta donde se encuentran y se
agacha, las observa y las recoge. Las ordena y las coloca en la carpeta que
tiene como título las siglas: C.P.A, se pone de pie y con la yema del dedo
pulgar derecho acaricia las siglas.
“Si
tan solo hubieses sabido… quizás todo fuese distinto”, dice susurrando mientras
se aleja de ese sitio. Paralelo al ancho de la cama se encuentra además, su
armario. Abre una puerta pequeña justo del lado izquierdo y hacia arriba en un
cubículo cuadrado guarda la carpeta y el cuaderno.
Una
vez termina el almuerzo, a las 5:18 pm aproximadamente y escapado de su abuela
para no ir al médico, toma su automóvil y se dirige a la empresa donde trabaja.
En ese instante, recibe un mensaje de su Jefe:
“Los reportes eran para hoy a las 7 am…”
“Puto…”
dijo mientras leía y se puso en marcha por la avenida principal de Prados del
Este.
Luego
de 20 minutos en vía y haberse topado con el tráfico de la gran Caracas, llega
a la oficina. Esteban es licenciado en economía con postgrado en relaciones
empresariales. Generalmente, su trabajo en la empresa consiste en analizar e
interpretar todo el dinero que se recibe y se gasta, tomando en cuenta cómo se
utilizan los recursos y controlando que no hayan más trabajadores de los que se
necesitan, asimismo, se encuentra encabezando un proyecto de mercado para la
venta un nuevo producto de la empresa y su más grande estrés de este día radica
en no haberse puesto al tanto con el proyecto.
Enciende
su ordenador, revisa durante dos horas una gran lista de productos y materia
prima comprada en la semana, para ser viernes, cree que se ha gastado mucho más
en semanas anteriores. De pronto siente el olor de un perfume exquisito, un
perfume que siente haber olido antes pero que no tiene la más mínima idea de
cuándo y dónde.
Repica
el teléfono de la oficina.
—
Sr.
Estaban, una chica le busca –muestra una sonrisa que claramente se siente.
—
Alma, no
esperaba a nadie. Estoy un poco ocupado –observa el monitor y a la vez se concentra
en el olor.
—
Sr., dice
que es importante verle pero no quiere decir su nombre por más que le insisto
–se siente nerviosa ahora.
—
Déjala
entrar –suspira.
Entonces,
a pasos que se escuchaban venir –tan rápidos que parecía que corriera– tocó la
puerta.
—
Adelante
–dijo dudoso.
Se
muestra esa mujer con pantalón blue jean, suéter fino y ajustado al cuerpo.
Ella, rubia de ardientes ojos verdes. Delgada, con una mirada inquietante, esa
mirada que lo volvía loco, esa persona que jamás pensaba ver en su oficina.
—
Hola,
Estaban –dijo mientras movía la cartera de un lado al otro, que sujetaba con
sus dos manos.
—
Ana…
–dice entre labios.
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