enero 2018 ~ Pensamiento y Poesía

Bienvenido; aquí encontrarás parte de lo que escribo. Escritos líricos y poéticos con rimas y sin ella, escritos en prosas y experiencias de mi vida. Cada entrada que leerás tendrá un sentimiento distinto, poemas con algún significado real y que tu lo interpretarás. Intenta descubrir que puede haber en mi mente y vas a sorprenderte.

¿Se puede amar tanto a alguien?

MI AMIGO, ¡CUÁNTO TE NECESITO!

ENTRANDO A OTRA VIDA

PENSABA EN REALIDAD, CÓMO TE QUIERO

ME TENGO QUE IR

¡Hola! ¿Cómo te va?

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viernes, 26 de enero de 2018

¿Quién no se ha sentido triste? En algún momento de mi vida llegué a dar por hecho que para estar alegre y ser feliz, el universo me depara un constante reto que implica hacerme inconscientemente, amiga de la tristeza. Aquí debo sufrir, y ojalá no fuese así. Porque duele bastante, porque eso siempre huyo de la felicidad. El dolor es tan fuerte hasta un punto en que, como si fuese magia recorriendo mis pensamientos, digo: “Vale, ya basta”, es hora de ir buscando la felicidad.

Aunque no solo a mí me persigue, a todos nos persigue, y corremos en sentido contrario para que no nos atrape -porque sí parece que tenemos tanto miedo a enfrentarnos a ella…- la felicidad, que preferimos no tenerla antes que buscarla sin sufrir en el intento.

martes, 23 de enero de 2018

Pensé tanto para decirte esto y creo que llegó el momento, porque lo que nunca pudo ser, ya no será lastimosamente.

Estaba tan solo en aquél cuarto a cientos de kilómetros de ti y de mi familia, deprimido; pensando en cómo mi vida se desmoronaba cada día más. Pero aun creía que tu amor por mí, era lo que me daba las fuerzas necesarias para seguir. Ya no importaba mi carrera, ya no importaba cuántas materias reprobara, ni el hambre que pasaba los días que no tenía dinero, solo quería que no te alejaras de mí. Pero para suerte mala como la mía, era lo que ocurría. Me aferraba a que esa noche solo estaba soñando y recuerdo cuando me llamaste cantabas esa canción; recuerdo que lloramos, recuerdo además cuando decías que te ibas y me llevarías contigo cuando regresaras. Pero ni te fuiste, ni me llevaste, solo te alejaste de mí con una cadena de mentiras que ataste a mis manos para que nunca te soltara y siempre estuviese tras de ti. Esa noche fue una de las peores.

Luego volví a mi ciudad, esa donde nos conocimos ¿lo recuerdas? Nos sentábamos todos los días como adolescentes enamorados en un rincón de la escuela y a la misma hora de siempre pasaba ese niño que nos veía curiosamente con gracia y nos reíamos. Nuestra ciudad, donde todo comenzó y donde ese día todo terminó.

Tú esperando una llamada en Skype y yo decidiendo abandonar mis evaluaciones y tomar un bus para recorrer 237 kilómetros hasta llegar a tu casa. Y me planté en tu casa y te llamé a salir. Te sorprendí y misteriosamente estabas asustada, como si algo ocultaras. Ni siquiera me dejaste entrar a tu casa, aludiendo que tu papá estaba muy furioso ¿pero por qué? Nunca lo supe. Comenzamos a caminar por la urbanización para luego sentarnos en un lugar que nos hacía sombra. Hablábamos de cuánto nos íbamos a extrañar. No puedo sacar de mi mente esa mirada tenue, esos ojos verdes penetrando mi alma: ¿por qué me preguntaste: qué pasaba? ¿Por qué te sorprendiste cuando me perdí en tu mirada? Si te amaba, y más que a mí mismo.

¿Por qué me mentiste tanto mientras me abrazabas y me decías: “quédate quieto, no vamos a terminar”? Y decidiste que nos levantáramos y siguiéramos caminando a plenas 16:00 horas del día. Pero, ¿sabes qué no puedo olvidar? Cuando me preguntaste: “¿Puedo besarte?” Éramos pareja, estábamos más que comprometidos, tu familia me conocía, la mía a ti, éramos eso de envidiar. No eran dos meses, no era un mísero año, eran casi tres años y cuatro conociéndonos, no era cualquier cosa. Decidí solo decirte: “Claro que sí, soy tu novio ¿no?” y me besaste; pero quién iba a pensar que iba a ser el último beso que te daría, hasta que esa noche me dijeras por Skype que todas mis sospechas eran cierta, que tenías ese alguien más que yo sabía. No querías hacerme daño me dijiste luego, y no sabías cómo decírmelo. Era más de dos meses que estabas con él y conmigo.

¿Cómo pensabas estar y seguir con los dos? Muchas preguntas y pocas respuestas.

Pero hubiese preferido no haberte besado ese día, porque ese último beso fue de seguro la prueba para ti, de que ya no me amabas y eso fui yo, un experimento ese día.

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Entraste en mi alma, para no salir de ella y te agarré de la mano porque pensé que nunca me soltarías, pero me equivoqué.
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