CAPÍTULO I
Una
joven morena grita con tristeza y llanto. Una señora mayor le acompaña llorando
a gritos por su nieto. Era como su hijo, era como algo que se desvanecía en una
luz muy blanca pero a la vez muy tenue.
—
Doctor, al
paciente parece comenzarle una metástasis en los pulmones.
— Vamos a
meterlo a quirófano, debemos percatarnos de que no haya líquido alrededor del
corazón de un posible derrame pericárdico. Sigue teniendo pulso pero según la
historia médica puede causarse dificultad respiratoria.
Caminan
enfermeras mientras lo llevan en la camilla. A expensas y a pasos muy cortos se
queda atrás esa señora mayor, quien se desmaya y rápidamente corren a
auxiliarla. La chica morena, baja y de rizos se calma y ayuda a su abuela, y a
la vez entra en pánico. El doctor Osman está muy preocupado. Ha tenido a ese
paciente en tratamiento durante un año y aun, cuando le había diagnosticado
cáncer pulmonar y parecía tener solo 5 meses de vida, no veía que ese joven de solo
26 años de edad, muriera en ese momento. De solo pensarlo, se rehusaba.
—
Vamos
muchacho, resiste. –aprieta los labios.
Se
adentran al quirófano cuando de pronto un haz de luz ilumina la mente de ese
muchacho, que lleva por nombre: Esteban.
.
.
.
Tal
vez amaneció en ese día que nunca esperó, que sirvió como vía de escape para
ella, que se ha ido con quien nunca imaginó. Sin embargo, pensó que fue lo
mejor. Pero, se preguntó: “¿ahora qué hago con todo esto?”
Él
estaba acostado en su cama mientras veía al techo y pensaba inmerso en el
silencio que emanaba la habitación. Tenía a su lado un cuaderno que le traía el
mejor recuerdo que ha tenido en su vida. De pronto, se le ocurrió una idea y se
levantó. Tomó consigo su cuaderno y corrió hasta la puerta cual estaba abierta.
Se fue a pasos largos hasta la cocina y vio a su abuela que tomaba una taza de
café.
—
¿No es un
poco tarde para que mi abuela esté despierta y tomando café?
—
Hijo, son
las 4 de la mañana.
—
¿Las 4 de
la mañana? Pero…
—
¿Qué
sucede, te sientes mal?
— No, nada
abuela –sonríe–. Es que iba a hacer algo con éste cuaderno. Me iré a acostar
otra vez.
—
Está
bien, Esteban.
“¿Las 4 de la
mañana? Tengo más de 6 horas pareciendo un científico que investiga arduamente
en su laboratorio y que su cerebro percibe la noción del tiempo, errónea.”. Su mente vagaba entre preguntas, no
sabía cómo Ana le hacía perderse en el tiempo como un tonto, se decía para sí.
Volviendo
al cuarto, viendo el cuaderno mientras caminaba, sintió que se adormecía.
Comenzaron a dolerle las manos y una presión en el pecho se intensificaba. Una
vez entró al cuarto, el frío le entró por todos los poros y rápidamente se tiró
en la cama. Recordó que, la habitación no estaba tan fría cuando había salido
hacía un momento. Pero el dolor en el pecho se hizo mucho más intenso e
inaguantable y no quería decirle a su abuela, así que se acobijó de los pies
hasta la coronilla abrazando su cuaderno.
“¿Por
qué nunca le dije?”
Se
mueve del frío… y por el dolor del pecho, inquietante menea los pies y tira sin
darse cuenta una carpeta marrón con hojas que se salen y se desordenan en el
suelo. Escuchó el ruido pero no prestó atención.
Se
levantó nuevamente, intranquilo y molesto a la vez. Apagó el aire acondicionado.
No quería hacerlo, porque ama el frío pero “dolor con frío” no le agradaba y
prefirió apagarlo. Mientras se devolvía a la cama, se quejó del dolor en las
manos y soltó el cuaderno que cayó sobre la cama y se abrió en la 7ma página.
Se puso a recordar en su rostro.
Echa a volar cuales grandes tristezas
se encuentran en mi mente, por favor. Que en ti ya no creo, como algo que nunca
existió. Con deseo, el más celoso anhelo que abraza mi alma y que encuentra en
mí, una caricia que atrapa. Y trepando en mi espalda, un sonido fugaz que
encuentra similitud al timbre de tu voz, y me desvivo ahora mismo, pero ahora
no estás. Sí, es hora de pensar que ya no estás, ni estarás.
“¿Qué
demonios?”, preguntándose pensaba. “Entiendo, volveré atrás y leeré” –sonríe.
Por un momento olvida su dolor en el pecho, cuál extrañamente se va calmando
lentamente. Y toma su cuaderno, coloca en la primera página. La pasa, porque
está en blanco y comienza a leer lo que se encuentra, otra vez.
Ilusiones por amarte
Fecha: 08-08-2015
Ilusiones que llegan a mí,
Como el olor de una flor
Podría entender ante ti,
Cuál grande es el dolor.
Lloré negando el amor
Pero lidiar con pudor
Que no sale de mi alma,
Tu acción hoy me mata.
Solo es mala suerte,
No importa perder
Ya que pronto partiré,
Y feliz podrás ser.
“Dos
mil quince, quién lo diría. Era feliz, era muy feliz. Cada sueño que en mi
mente divagaba era un cometido que siendo real, hoy satisfecho me sentiría. Un
año que rápidamente ha pasado y cuales consigo trajo regalos no muy agradables.”
Y seguía pensando y pensando. Pues, una vez que la vida supo mostrarle hasta
cuándo estaría respirando, fue allí cuando todo cambiaría.
Destello
de luz…
—
¡No la
toques!
Le
toma por la cintura, le acaricia la espalda. Observa como la piel de ella se
eriza de placer y nota como sus ojos se cierran, porque ella quiere.
—
¡Te he
dicho que te alejes! –Grita de furia. Por favor, Ana, no lo hagas.
Ambos
sienten que algo cae y se quiebra. Se asustan y observan ante ellos, lo que
parecía ser su peor pesadilla.