Sé que no creo en ti, ni en que
existas. Pero si me pongo a pensar un rato en que realmente existes, creería
que eres grande.
A pesar de que te habrías
llevado contigo lo que más amaba, serías grandioso. Me muestras instantes de
felicidad pero que me ahogan en nostalgia, tal que me siento demasiado
melancólico y no puedo evitar dejar de llorar.
Como bien me traslado desde un
asteroide grande, mi pequeño pueblo en ese planeta. Voy en una trayectoria como
te digo, ahogándome. Porque la extraño mucho, no puedo sacar de mi mente su
rostro, su tacto, su sonrisa, su voz. Lo grandiosa que fue y lo que me enseñó.
Así como serías tu grandioso si existieras, para mí.
Quiero abrazarla, quiero verla,
quiero que me regañe, quiero que diga cosas que me hagan pensar que son
incoherentes pero que, realmente están disfrazadas de sus sentimientos. Es algo
que detesto, ahora que recuerdo para seguir llorando. Cuando dije comentarios
indebidos y la herí y lloraba por mi culpa. Y sé que, aunque me disculpaba
luego, hacía un hueco en su malgastado corazón. Porque se siente horrible que
la persona que más amas en el mundo te hiera y más con sus palabras, duele más
una palabra que mil acciones juntas.
Me siento muy triste, quisiera
que me recibiera en unas horas allá en su recinto. Aquel donde crecí y me enseñó
a ser una persona de bien, donde me daba su amor y donde una vez me dijo que se
mejoraría de su enfermedad. Recuerdo que ella se veía mejor, pero la realidad
era otra. Yo soñaba con verla en unos pocos años disfrutando de mis logros y
llenándole de orgullo pero ahora sencillamente, me quedaré con las ganas de
verla llorar de alegría cuando le diga que lo logré.
La extraño…, la extraño como
nadie pudiese extrañar a alguien en la vida. A veces pienso que mi vida sin
ella es como un rompecabezas que nunca podrá ser completado porque su pieza
final o faltante, ya no existe. Ella dejaba de comer para darme de comer, ella
se molestaba conmigo cuando no me levantaba directo a comer. Me llamaba cuando
estaba de viaje y cuando me mudé lloró.
Sus llamadas eran diarias y sus
lágrimas acompañadas de cada sesión telefónica. Yo sabía cuánto ella me amaba
pero yo creo que ella no sabía cuánto yo la amaba a ella y me siento mal por no
habérselo dicho cada día que pudiera. Donde esté su todo, espero que me esté
equivocando y sepa que le amo y siempre le amaré.
Así que, como una vez dije: “no
sé quién es, ni tengo interés en saberlo.”, me retracto. Dios, no sé quién
eres, no creo lo que dicen los humanos de ti, pero me gustaría saber realmente
qué eres. Porque es la manera que puedas enviarle éste mensaje a ella, a ese
ser de piel que envejecía mientras yo creía, que tenía el cabello corto y que
me lanzaba besos cuando estaba acostada comiendo sus dulces favoritos. Por
favor, dale éste mensaje y termínale con éstas palabras que termino, pero
cuéntale tú en tercera persona la siguiente frase:
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