Quizás
no te escucho, ni te hablo, ni te veo, ni te he visto, ni quiero saber que
pudiese ocurrir si yo hiciera todo lo que quiero y lo que no digo. Es fácil
mentir, pero qué difícil decirte la verdad cuándo tú ya te imaginas la
realidad, y que tu realidad es distinta a la mía. Es sublime ver como terceros
se sienten realmente muy bien por lo que está sucediendo, pero al otro lado de
la realidad, uno mismo por dentro quiere lanzarse verticalmente en picado hasta
una superficie de concreto o mejor dicho, al suelo. El suelo de mi mente. Y si al
arrojarme sé que estrellándome podría alterar el presente y quizás traerte, lo
haría. Porque no veo el día en que pueda sentir tu conexión en mis redacciones
o en las tuyas, mis críticas.
No digo
que muchas cosas vayan a cambiar y como te he desprendido de mí tan bruscamente,
siento mucho dolor y pena. Dolor, porque no es algo que quería, y pena, solo
por no hacerte saber que me arrepiento. Yo solo no puedo escuchar más que mis
propios pensamientos, quienes me ahogan en afirmaciones que llenan de
confusiones mi mente y el vacío que se vuelve confusión convierte el deseo en temor.
Déjame
fallar para ver la vida como debí verla desde un principio, no quiero ver una
despedida como un adiós que nunca volvería a convertirse en un ‘te quiero pero no
es necesario que tú no lo digas’, escapa tú pero no olvides las huellas que has
dejado, no dejes que ésta despedida sea la última, yo no quiero, pero te
quiero.
Y como
siempre, el día se hará noche, la Luna seguirá estando, el Sol podrá alumbrarle
cada noche que quiera, y podremos verla. Pero, ¿cómo saber si ves la Luna
cuándo yo quiera ver sus curvas? Sería una coincidencia que te acercaría y me
alejaría proporcionalmente más de ti, lo cual es extraño, porque no puedo alejarte
de lo que pienso y de lo que de ti aprendí. El máximo problema es que hay a quienes no les parece lógico mi propia lógica, ni mucho menos tus enseñanzas que dieron
fruto a mis aprendizajes, tú conocimiento que amotinó mi vida, y tú siendo parte
de una despedida, sientes lo que siento. Porque tú tampoco quieres, pero me
quieres. Y no querías despedirte.