Dios,
cuando acercándote con dulzura retumbas en mí corazón,
En
las voces de los cantos, en los instrumentos que tocan las personas,
O cuando
cerrando mis ojos y abriéndolos puedo mirar al cielo
Y
sentir que estás aquí, muy cerca de nosotros.
Algunos
sonidos de otros cuales no se escuchan por su tenue retumbo,
Quedándose
sordos ante la presencia de los mares, la brisa y el cielo,
Donde
ni un relámpago los haría sentir, pues no tienen esa música,
La dulce
música convertida en tu amor eterno mi Dios divino.
Y la
siento muy fuerte, es un sonido tocado para ser escuchado.
La
música momentáneamente llama de nosotros y la sentimos,
Esa
música por la que vivimos corriendo para alcanzar ese sonido,
Saber
su origen es reconocer el canto de Dios con solo dar oídos.
Una
noche apreciando el canto con las voces de los niños a Dios,
Encontrando
vidas inspiradas observando la verdad del creador,
Un
canto surgido en la mente, en el corazón de quien le expresa
Con
el más profundo sentimiento fiel e incondicional amor.
La
presencia del todopoderoso se une en un sentir y tomar de manos,
En
una mirada donde no habría soledad tan solo amor, paz y felicidad.
En
el instante la verdadera palabra de Dios es escuchada por todas;
Hecha
oración en el canto alegre de un despertar sin la soledad.
Palabra
del creador, cual está creada de una hermosa oración.
Ten en
tus manos mi corazón y mi alma escuchada por tu sonido,
Así
como puedo escuchar a los niños cantar su tierna canción,
Sé
que esa palabra será escuchada porque tú la has traído.
Escrito por:
Enrique Nava.
Raiza Zárraga.